El niño se despertó
en mitad de la noche
al sentir el temblor
de cuatro corceles negros
que, enfurecidos, galopaban
dejando muerte y destrucción.
Por una ventana vio a Marte invicto
vestir sus ropajes de guerra
y enlodar la tierra con su ora;
presa del pánico el niño hulló
para ver como un siniestro monje
se iba adueñando de las sombras.
Las fuerzas del mal se desataron
cuando Eolos aulló con furia
y el cielo escupió fuego.
El niño vio que la fresca hierba
donde él antes había retozado
ahora era tierra quemada;
y no pudo comperder el ¿Por qué
un sabio loco pulsó el rojo botón
que setenciaba la vida del planeta?
En un claro del bosque
el niño vio una multitud
elevando sus plegarias al cielo;
pero ya era demasiado tarde;
y, el monje descarnado,
se apresuraba a devorarlos.
En un refigio se cobijó
y, deseó, para siempre dormirse
al compreder la cruda realidad;
era el único superviviente
de una extinguida raza
y el estandarte de su necedad